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Todos pasamos por momentos estresantes en algún momento del día; desde las responsabilidades cotidianas como el trabajo y la familia hasta las preocupaciones financieras, adicciones, reuniones improductivas o el clima.

La clave está en cómo enfrentamos esas situaciones estresantes ya que, si nuestra respuesta al estrés no es buena, puede generar algunos problemas de salud, como: irritabilidad, ansiedad, depresión, dolores de cabeza, insomnio, entre otras.

Las siguientes estrategias nos ayudarán a reconocer qué factores intervienen en nuestro día a día que generan estrés para reducir y controlar su presión hacia nosotros. 

La manera de enfrentar los problemas influye en nuestros niveles de estrés. Pregúntate, ¿qué puedes hacer a propósito para evitarlo o reducirlo?

Si es una relación con un ser cercano o un familiar, ¿puedes hablar con él o ella y cambiar tu forma de pensar acerca de esa relación? Si es en tu trabajo, encuentra una manera adecuada de relacionarte con tus compañeros. Así las situaciones no se tornarán imposibles de manejar. Cualquier situación que sea, recuerda: es a ti a quien le hace daño el estrés. 

Además, existen algunos otros factores que generan estrés diariamente, debes tomar conciencia y limitar tu exposición a estos factores estresantes, como:

Factores sociales

Multitudes, reuniones improductivas, preocupaciones financieras, llamadas interminables, adicción al internet, emociones negativas, ansiedad por otras personas, exceso de trabajo y discusiones.

Factores ambientales

Condiciones de clima muy calientes o muy frías y baños de sol, químicos en la comida y el ambiente, olores fuertes, ruidos fuertes y perfumes.

Factores personales

Falta de sueño, más de 1 café al día, cigarrillo, dietas bajas en calorías, desayunos cargados de carbohidratos, alto azúcar y almidón, películas violentas, ver las noticias, sueño deficiente o no reparador y falta o exceso de ejercicio.

Sea que puedas evitar algunos de estos momentos o reducirlos, sigue intentándolo y notarás el cambio.

En muchos casos, se pueden reducir o evitar diciendo simplemente: ¡No!

Pero, no todo el estrés es similar: el estrés prolongado tiene mayores efectos nocivos sobre nuestra salud y a veces, las fuentes de estrés prolongado no son tan evidentes. Pero esas son las que hay que identificar.

Existe una gran brecha entre el estrés productivo y el estrés nocivo. Un ejemplo claro de esto es la entrega de un trabajo final; aunque genera estrés, es sólo por un momento y esa adrenalina te ayuda a sacar el trabajo adelante. Pero el estrés nocivo -de “baja de intensidad”- se refiere por ejemplo a la falta de sueño repetida, relaciones tensas en el trabajo, adicciones, la dieta o preocupaciones económicas.

Aprende a encontrar las fuentes de estrés constante, no las episódicas que son tan evidentes.

Por último: ¡Al final del día, olvídate de todo y duerme! Dormir bien ayuda a reponer energía, mantener el ciclo circadiano y asegurara una buena respuesta al estrés. Es una manera simple de explicar las múltiples ventajas de un buen sueño, y este empieza por respetar un horario todas las noches.

Recuerda cada noche este refrán: En la cama a las 10 estés, si puede ser antes mejor que después

Referencias:

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